Una vez más la
música de Carla Pugliese se amalgama a las palabras de Jorge Padula Perkins
para producir el nacimiento de un tango: “Soñé un abrazo”.
Carente de
metáforas, el lenguaje simple de la letra, no elude el compromiso emocional e
incursiona, sin abuso, en el interrogante metafísico.
En un contexto
onírico, relata el encuentro entre una persona y su padre muerto, en el que con
sutileza casi inocente, sugiere por un lado una “presencia” espiritual perenne
y, por otra parte, una equivalencia irrefutable del valor emocional para los
aconteceres del sueño y la vigilia.
Con
sonidos que anticipan, mueven y conmueven, la música se fusiona apasionadamente
con las palabras hasta constituir un todo indisoluble, un tango llamado “Soñé
un abrazo”.
Anoche soñé
a mi viejo
en pijama y
camiseta,
campaneándola
a la vieja
en la
esquina de Larrea.
Tan real
era todo aquello
que me
llené de alegría,
no había
indicios de muerte,
¡el sueño era todo vida!
Anoche
le di un abrazo
como
nunca le había dado.
Sentí
mi alma vibrando
desde
el pecho hasta las manos.
Le
conté sobre sus nietos,
esos
que no conocía,
y
me miraba sonriente:
¡Yo creo que lo sabía!
¡Yo creo que lo sabía!
Anoche
soñé ese encuentro
y
desperté emocionado.
¡Qué
importa que fuera un sueño
si
a mi viejo había abrazado!
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